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Ansiedad y depresión.

    Parte 3.

    En post anteriores conceptualizamos un poquito qué era ansiedad y qué era depresión y dejábamos la puerta abierta a explicar cuál es el motivo de que muchas veces vayan de la mano y la etiqueta sea un “trastorno ansioso depresivo mixto”, que tantas veces hemos escuchado últimamente en televisión.

    Lo que hemos visto hasta el momento es que en ambos se da un exceso de cortisol en el cerebro y ambos suponen cambios tanto físicos, psicológicos y sociales en la persona que lo sufre.

    Cuando estamos en un proceso depresivo, la vida nos cuesta mucho más. Cualquier actividad por mínima que sea, supone una odisea y un súper esfuerzo para el cuerpo. Las personas que lo sufren, tienen la sensación de sentirse atrapadas en un vaivén emocional sobre el cual sienten que no tienen el control y, lo que es peor, piensan que no se va a pasar nunca.

    Cuando intentan hacer un sobreesfuerzo como salir a dar una vuelta, retomar su vida normal o cualquier acto que sea diferente a estar en la cama durmiendo, el cuerpo suele reaccionar con un cansancio extremo que te avisa de que te has pasado, aun cuando lo hayas podido disfrutar. Esto, a su vez, puede generar ansiedad.

    Acordaos que la ansiedad es la manera que tiene el cuerpo de avisarnos de un peligro y en este caso el peligro podría ser algo así como: “estás haciendo algo que no tengo fuerzas para llevar a cabo”; “estás perdiendo oportunidades por estar así”; “la gente no nos entiende y quedar con ellxs solo nos hace sentirnos más frustradxs. No quedes más”; “nunca vamos a salir de esto”; “la vida no tiene sentido. ¿Qué hacemos aquí?”.

    …Y así un largo etcétera de cuestiones que vocifera la ansiedad…junto con la depresión.

    Hay otras ocasiones en las que es ella misma, la ansiedad, la que comienza el camino limitando nuestra vida, apareciendo en forma de agitación, falta de aire, mareos…y sus miles de síntomas en diferentes situaciones. Aparece condicionando el día a día con su presencia y, entonces, los síntomas depresivos empiezan a aparecer en su compañía. Cuando yo no me siento libre en mis propias vivencias, empiezo a manifestar angustia, agobio, falta de aire, dificultades para dormir, rumiaciones constantes…es difícil disfrutar de la vida, sonreír como antes, aprovechar los momentos de calma y, por tanto, darle al cerebro sus nutrientes para sentir bienestar: serotonina, la hormona de la felicidad.

    Si esto se prolonga en el tiempo y no se trabaja, podríamos caer en un trastorno ansioso depresivo mixto. Entonces:

    ¿Podríamos tener ansiedad sin tener depresión? Sí.

    ¿Podríamos tener depresión y no tener ansiedad? Esto lo veo más complicado.

    Si algo sabemos los terapeutas es que tanto ansiedad como depresión son etiquetas que sirven para informarnos de que hay una historia detrás que, posiblemente, no ha sido escuchada y/o trabajada.

    Yo les suelo explicar a mis pacientes que ambas son el pico del iceberg y que lo que vamos a tener que averiguar es qué hay detrás de cada una de ellas. Es decir, ¿cuándo empecé a sentirme así? ¿qué estaba pasando por aquel entonces? ¿qué hice con lo que pasaba? ¿quién estaba a mi lado? ¿cómo ha sido mi infancia? ¿cuáles son mis creencias y de dónde vienen?…

    Ponernos el traje de buzo y descender hacia aquello que fue construyendo poco a poco el estado en el que nos encontramos en este momento, es la forma de ir deshaciendo el nudo que supone toda esta sintomatología.

    Hay ocasiones que viajar en el tiempo, hacia atrás, se hace complicado debido a la inestabilidad del momento presente y es, por tanto, cuando los psicólogxs debemos prestar especial atención a esa estabilización dotando de herramientas para gestionar el momento presente. Una vez tenemos esas herramientas, entonces podremos meternos en esa profundización de la historia.

    La terapia EMDR es una gran aliada para estos casos, pues, como sabemos, trabaja con la raíz del problema y contribuye al reprocesamiento de aquel material traumático que esté influyendo en lo que nos afecta en el momento presente. Supone un viaje donde conocerse forma parte del plan y mirar aquello que antes no hemos sido capaces para poder resolvernos, parte de la solución.

    En mi opinión, un trabajo exclusivo de dotar de herramientas para el momento presente y futuro, sin resolver la raíz, podría resultar insuficiente y una manera de poner parches arriesgándonos a que la fuga pueda salir por otro lado.

    Pero, como todo, dependerá de la persona y la metodología que sea útil para ella, será la mejor terapia.

    Me gustaría terminar este post con una reflexión que nace totalmente del corazón y perdonadme las burradas que pueda soltar:

    Tener ansiedad o tener depresión -o ambas- es una putada. Lo sé. Y si algo sé también, y no solo por la parte profesional que me toca, que es un trabajo duro, costoso y de tiempo. Solo quiero deciros que se sale, coño. Se puede salir. Y lo primero que necesitamos para salir de ello es cogernos a alguien en quien confiemos mucho, mirarlx a los ojos y decirle: ayúdame, que yo solx no sé cómo hacerlo. A partir de ahí, ya tenemos el primer paso hacia la salida.

    Si quieres y así lo decides, yo te espero en la siguiente parada.

    Y, cuando digo yo, lo hago también en el nombre de todxs lxs maravillosxs terapeutas que conozco que, más allá de ser grandes profesionales, son grandes personas.

    Levanta el teléfono, pide ayuda y permítenos que te ayudemos a salir de este camino.

    Ahí fuera hay unos cuantos rayitos de luz esperándote.

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