Post y pensamientos compartidos por una paciente, enfermera, que trabaja en primera línea del Covid.
Te levantas un día y haces tu rutina de mañana como cada día, con la diferencia que hoy no hueles a tu colonia y piensas “qué raro, habrá perdido intensidad después de tanto tiempo abierta”. Sin embargo, es la primera arma que utiliza tu celebro para no lanzarte a la realidad tan de repente, tan de buena mañana.
Conforme avanzan los minutos, te va inundando un sudor frío porque sabes perfectamente lo que significa, pero te repites constantemente que tú no, que es imposible. Acto seguido, vas a hacerte una prueba de PCR de Covid-19 y las horas que suceden a dicha prueba son terriblemente angustiosas, cada vez aumentan más los síntomas, pero sigues resistiéndote a pensar lo que 24h después te confirman: PCR Covid-19 positiva.
Y tu vida se paraliza por completo.
Lo primero, piensas en todos tus posibles contactos estrechos y en el foco de infección en el que te acabas de convertir. Lo segundo, te vienen todas y cada una de las caras a las que has atendido tanto de tus pacientes como de sus familiares y todas las miradas coinciden en lo mismo: incertidumbre, impotencia y miedo, mucho miedo….
Sabes perfectamente que hoy a las 9:00h estás bien, pero nadie te garantiza que en 3 horas lo sigas estando porque has visto y vivido tanto que cada historia la sientes como tuya y no sabes cómo se va a desarrollar en tu organismo porque nadie, independientemente de su edad, se libra de este virus y de su gran variedad de secuelas tanto físicas como psicológicas.
Y, en tercer lugar, no paras de pensar una y otra vez cómo ha podido pasar si me he protegido en cada habitación, hui de mi casa para no compartir mi pánico, y no sentirme el núcleo de contagio, he renunciado y me he privado de tantas cosas este año y, sin embargo, ha pasado.
Este año nos ha brindado la oportunidad de parar, de dejar la prisa aparcada, de sentir, de valorar lo realmente importante, de ser conscientes que menos, es más.
Nos ha dado la oportunidad de cuidar sin pertenecer siquiera al sector sanitario. Simplemente, cumpliendo las tres medidas básicas que se nos han recomendado: lavado de manos, mascarilla y distancia social.
Llegará, llegará ese abrazo tan ansiado, ese beso, esas reuniones e incluso esas fiestas que tanto echamos de menos, porque sí, son parte de nuestra identidad.
Pero es momento de parar, de mirar al de al lado y cuidar(se) porque es cosa de todos.
Evitemos volver al inicio, a una UCI llena, a que tu familiar entre en la dura decisión de si cumple las características para un ingreso en UCI o no por falta de medios, evitar que los nuestros se vayan solos sin el calor humano que requiere este proceso.
Cuidémonos, porque así cuidaremos del que nos cuida.