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Papá Valiente y Gestante

    Valiente porque todavía estamos muy verdes para entender ciertas cosas, y servir de ejemplo para lxs que vengan detrás, abrirles las puertas y saber que te vas a tener que comer todos los marrones, es de valientes.

    Gestante, porque su cuerpo le ofrece la capacidad de dar a luz a su propix bebé siendo HOMBRE.

    Así de sencillo.

    Hace unos días saltaba a los medios de comunicación una noticia sobre un hombre que estaba a punto de dar a luz a su propix hijx. Pronto, los comentarios de la gente que defiende la etiqueta frente a la libertad y felicidad de cada unx, se dejaron notar. Os cito un par de ellos:

    “Entonces, que yo me entere. Nazco “hombre encerrado en cuerpo de mujer”, me paso la vida luchando para que se me reconozca como hombre y se me trate como tal, pero luego decido quedarme embarazada y dar a luz, cosa que solo puede hacer una mujer. De psiquiatra”.

    “Estoy totalmente a favor de la transexualidad. Pero, si decides ser hombre, lo aceptas con todo lo que conlleva, no para tener hijos. Si te sientes hombre, quieres que te traten como hombre, no quieras luego usar el aparato femenino para poder tener un hijo. ¿Estás embarazado? No. Estás embarazada. ¿Luego va a querer que le llame papá?”

    Ojo. No sabría con qué perla quedarme de todas.

    A raíz de esta noticia, fui más consciente de cuánto todavía nos queda por avanzar. Lo que es peor, llegué a pensar que estamos yendo para atrás como los cangrejos, hasta que se lo conté a mi madre (de 62 años) y tardó unos cuantos segundos en ver dónde estaba el problema.

    -Mari, es un chico que tiene la suerte de dar a luz. ¿Qué problema hay?

    -Pues eso. Ninguno. Gracias, mamá.

    Cada día al levantarme, no podía evitar seguir mirando los comentarios, ponerme de mal humor y contestar a alguno. Comentario de mi chica:

    -¿Ya te estás peleando por Facebook?

    -Sí, cariño, porque no puedo dar la espalda. Gracias a que alguien, antes de nosotras, no miró hacia atrás, tú y yo podemos HOY sentirnos libres”.

    Tendí la mano a más de una de esas personas que no lo entendía, a explicarles y resolverles todas las dudas que pudieran tener. Pensé: no es culpa de ellxs, es culpa de la ausencia de información. Puedo ayudarlxs.

    ¿Sabéis qué pasó? Nada. Nadie me dijo un “mira sí, me gustaría poder entenderlo. ¿Me lo explicas?  NADIE.

    Ya no sabía qué me molestaba más…si las faltas de respeto a este chico o los que preferían mantenerse en una ignorancia que SÍ hace daño y que NO es una opinión sin más. Opinar es una cosa; cruzar el límite de la discriminación y el odio es otra.

    Yo pretendía emplear parte de mi tiempo libre a explicarles que:

    Lo primero es que debemos aprender a identificar entre sexo y género. Supongo que fue allá, momentos antes de que el hilo negro estuviera en nuestras vidas, cuando el ser humano aprendió a etiquetar a las personas en base al binarismo (hombre-mujer).

    Se asoció la vulva a ser mujer y el pene a ser hombre.

    Está bien. Nadie pretende discutirlo. El problema es que, siendo objetivos, se nos está diciendo qué tenemos que SER y cómo debemos COMPORTARNOS en base a una cosita que tenemos entre las dos piernas, en base a nuestra identidad sexual. Y claro, para quien esté de acuerdo, estupendo. Para quién no, que se cargue de paciencia que le va a hacer falta, visto lo visto.

    El problema también es que, entendiendo que solo pueden existir los machos y las hembras, dejamos a un lado a toda persona que no se sienta identificada con ninguno de ellxs. Y eso, muchachxs, no es democracia, ni opinión, ni verdad irrefutable (como me contestó un chico de Facebook).

    Una etiqueta es estupenda como punto de partida -si así la necesitamos-, pero no lo es como creencia limitante y como corrosivo de la libertad.

    Por tanto, yo puedo tener vulva y sentirme hombre; puedo tener pene y sentirme mujer. Puedo, incluso, no sentirme ni mujer ni hombre. Puedo, incluso también, sentirme hombre y mujer al mismo tiempo. Puedo tantas cosas…porque, en eso, consiste la libertad.

    Hablamos de identidad de género, es decir, quién yo siento que soy independientemente de lo que se me haya impuesto.

    Y, ¿qué es el género? Es un constructo social donde se atribuyen una serie de características físicas y psicológicas al hecho de ser mujer u hombre.

    Por ejemplo: naces con vulva, te dicen que eres una niña. Puede que te asocien antes con el color rosa, que te vistan con vestidos, faldas y cositas “de niñas”. Puede que esperen de ti que seas reflexiva y algunas veces lleves falda, vestido, te maquilles, tengas menos fuerza que un hombre, pero una capacidad reflexiva mayor. Van a dar por hecho que tienes que ir “perfecta”, te depilas y no llevas barba, ni prendas asociadas al género masculino y que vas a preferir deportes como gimnasia rítmica, baile…Por supuesto, tendrás la regla y tu cuerpo se preparará para el hecho que toda mujer desea y viene al mundo (comillas, comillas): ser mamá. ¡Ah! Y lo que más gracia me sigue haciendo que demos por hecho: ¡que tu pareja sea un hombre!

    Todo eso sería más que válido si la persona así lo sintiera. Pero, si no es así, ¿tenemos que hacerle ver que está mal de la cabeza, que necesita un psiquiatra y que tiene que llamarse a sí mismx como nosotrxs pensamos que debe de ser?

    Ahora que sabemos que nuestra identidad sexual y nuestra identidad de género viene determinada por la necesidad de etiquetar y organizar al personal entorno a unos constructos físicos, psicológicos, sociales y culturales y que no tienen que seguir una norma (vulva-mujer/pene-hombre), ¿nos podemos permitir el lujo de decirle al primer papá gestante de España que no es hombre por el hecho de poder dar a luz a propix hijx?

    La respuesta es clara: NO.

    Es un hombre y su cuerpo le permite gestar a su bebé. No hay más. Gracias, Rubén, por hacernos un poquito más libres, más humanxs y más diversxs con tu ejemplo.

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