Saltar al contenido

Tú me diste la espalda y yo te di mi lucha

Poema - violencia de género

Hace 5 años me encontraba trabajando con personas que habían o estaban sufriendo violencia de género. Sus historias me marcaron hasta el punto que saqué mi otra yo, la que intenta hacer poesía (o algo parecido), y le di voz a cada uno de los testimonios con un poema que hoy, en este post un tanto diferente, quiero compartir con vosotrxs. 

Ahí va:

Nuestra relación se alimentaba de después

y los ahora permanecían en la calle

mendigando alguna limosna.

Si esa mañana te levantabas 

con ganas 

de comerte el mundo,

me regalabas un cachito de él. 

Si no,

tenía que sobrevivir de sueños 

que no se cumplirían.

Parecía que teníamos claro qué queríamos ser

de cara a los demás,

pero no entendimos qué estábamos siendo

dentro de nuestras cuatro paredes.

Carecías de fuerza para controlar tus impulsos,

pero no para utilizarlos contra mis sentimientos;

a mí,

me sobraba paciencia

hasta que esta se cansó de ella misma

y conseguí vencerte.

Te dije que eras el amor de mi días

y jugaste con esa ventaja desde el principio.

Pero, como todo,

si consumes y no devuelves,

a la larga puedes perder(te).

Tantas noches te susurré bajito y al oído

que en mi futuro,

eras mi necesidad,

que el viento que sacude la ventana

ahora se divierte 

recordándomelo

en forma de sacudidas

que hacen añicos cualquier sentimiento de amor real.

Me diste la espalda y yo te daba mi lucha

porque nunca he sabido rendirme

hasta verme destrozada.

Pensé que dándolo todo,

tu hielo se derretiría protegiendo 

mis lágrimas 

y las escondería del miedo

que sentía cada vez que te marchabas.

Ahora ya sé que no.

Mi cabeza era una noria

buscando atajos para superarte lo antes posible.

Sin embargo, 

mi gusto yacía loco y todo me sabía a ti,

todo olía a ti,

hasta el último charco de la calle

tras un sol brillante

te reflejaba.

Al final volvías,

prometiendo lo que tú sabías

que no irías a cumplir.

Yo te creía.

Quería creer que tus ganas fingidas de hacerme feliz

serían reales, 

porque la simple idea

conseguía despertar mi estómago

de nuevo.

El beso eterno suponía nuestro encuentro y,

entre caricias,

nuestro mundo falso

y destructor 

volvía a ser nuestro.

Otra mentira más a tu colección.

Otra víctima más,

otra vuelta a empezar 

para mí.

Mi suerte,

y por fin tu desgracia,

es que tantas veces visité el camino de huida 

que, al final, 

me he hecho bien con los atajos.

Así que, esta vez,

te prometo que puedes marcharte,

que no pretendo perdonarte

y, tampoco,

iré 

detrás

de ti.

Este -intento- de poema da voz a historias de personas, en este caso mujeres, que han pasado por relaciones donde el amor se ausentaba para dejar paso a las faltas de respeto, a la falta de interés, a la falta de comprensión, incondicionalidad, confianza y cariño que se debería de dar en una relación de pareja. 

En él, hay muchas cosas que están mal: la posesión, la ignorancia, la necesidad, el perdón reiterativo como medio para conseguir lo que se desea y no como fin en sí mismo. La lucha como sinónimo de amor; el desgaste precedido en cada intento de poner el lazo a lo que no tiene lugar para él. 

En el último año, llevamos 41 mujeres asesinadas a manos de sus parejas y más de mil desde que empezaron a contabilizarse en 2003. 

Mónica, Olga, Judith, Clara, Mari, Rosa, Lorena, Ana María, Alina, Manoli, Conchi, María Belén…son algunos de los nombres de esas 41 mujeres. 

Ellas ya no pueden hacer nada más por luchar contra esta lacra que resalta en nuestra sociedad. Pero, lxs demás tenemos el deber -por ellas, sus familiares y amigxs, y por todxs nosotrxs- de seguir luchando para que no haya otros nombres que se sumen a esta horrible lista.

Puedes hacer más de lo que piensas…

Di no a la violencia de género.

Di sí a una vida al respeto y al amor. 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *