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Ansiedad y depresión.

    Ansiedad y Depresión

    Dos patologías que, en ocasiones, van de la mano. Parte 1: Depresión.

    Ansiedad y depresión no son lo mismo. Eso lo sabemos (casi) todxs. Pero, ¿cuáles son sus diferencias? ¿Puedo tener ansiedad y depresión al mismo tiempo? ¿Tener ansiedad puede causar que, a la larga, pueda caer en depresión? Y, ¿al revés? ¿Se puede estar triste sin tener depresión? 

    Para responder a todas estas preguntas, vamos a recurrir a la ciencia, a la investigación y a fuentes fiables como el Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales, o como es conocido entre lxs profesionales de la salud mental, nuestro colega el DSM-V. 

    Y, en este primer post, nos pararemos a hablar de la depresión, como es comúnmente conocida por la población en general. 

    Según el DSM-V, dentro de los trastornos depresivos podemos puntualizar varios tipos (trastorno depresivo mayor, trastorno de desregulación disruptiva del estado de ánimo, trastorno depresivo mayor…) y todos ellos comparten la presencia de un “estado de ánimo triste, vacío o irritable acompañados de cambios somáticos y cognitivos que afectan significativamente a la capacidad individual del individuo”.

    Traduciendo lo anterior, una sensación de tristeza duradera que afecta a tu mente y cuerpo y que te perjudica seriamente en todas las áreas de tu vida. 

    El trastorno depresivo mayor suele ser el más conocido y al que nos referimos cuando decimos que una persona tiene depresión. 

    Para poder determinar que una persona sufre depresión mayor, según nos cuenta el DSM-V (recuerda, la biblia de los profesionales de la salud), se debe de dar al menos 5 o más síntomas de los siguientes durante mínimo dos semanas, la mayor parte del tiempo, que intentaré simplificar lo máximo posible: 

    • Estado de ánimo deprimido la mayor parte del día. 
    • Disminución del interés o el placer sobre las cosas que antes sí lo producían.
    • Pérdida importante o aumento de peso.
    • No poder dormir o dormir mucho. 
    • Inquietud o reacciones más lentas de mente-cuerpo.
    • Fatiga o pérdida de energía.
    • Sentimiento de inutilidad o culpa.
    • Pérdida de la concentración, atención.
    • Dificultad para tomar decisiones.
    • Pensamientos relacionado con la muerte y/o el suicidio.

    Según el DSM-V, este trastorno puede aparecer a cualquier edad, también en niñxs -¡incluso en bebés!-, y los factores de riesgo que nos puede llevar a sufrir un trastorno de depresión mayor tienen tanto que ver con nuestra genética (en mi época estudiantil se decía que esto tenía un 30% de peso) -ese trocito nuestro que parece inmodificable, por el momento-, como con otros factores psicológicos, físicos, sociales, laborales y/o, afectivos como traumas en la infancia y en la vida adulta, determinados estilos educativos, que tengas o no un círculo social de apoyo, estrés, algunas características de personalidad tipo perfeccionismo, autoexigencia, inseguridad, autoestima baja, dificultad para regular emociones…y muchos otros más.

    Parece ser que nuestro cerebro sufre alteraciones significativas ante esta patología. Tal es así, que, como muestra un estudio llevado a cabo con personas con depresión, se puede observar que la densidad de materia gris del hipocampo, la amígdala y la corteza prefrontal se veía disminuida en estos pacientes (Thomas S. Frodl, MD; Nikolaos Koutsouleris et. al., Octubre 2008).

    Y, al parecer, esta inflamación tendría que ver con la presencia de exceso de cortisol (hormona del estrés) que, en cantidades elevadas como ya sabéis, puede ser realmente nociva para los seres humanos limitando nuestra capacidad de gestionar nuestras emociones, de atender, concentrarnos, retener información…

    …Porque, básicamente, nuestro cerebro nos está preparando para la huida constantemente y, a su manera, te dice que nanaik, que no lo líes, que no va a poder cumplir con las tareas que pretendes a no ser que sea correr delante de un león o quedarse tumbadito en el sofá exhausto de tanto cortisol y tan poca serotonina, dopamina, endorfinas y todas ellas que nos ponen contentxs.

    Fijaos que en los trastornos de ansiedad, el cerebro también está bien servido de cortisol, de ahí esas sensaciones físicas y cognitivas tan incómodas. Por lo que, no sería kamikace afirmar que una persona que sufre depresión tiene serias papeletas para también sufrir ansiedad. 

    Entonces, con toda esta información y ahora que ya sé un poquito más qué es la depresión, cuáles son sus síntomas, cómo se expresa en el cerebro y su comorbilidad con la ansiedad, ¿me puede ayudar la terapia psicológica a superarlo?, ¿de qué manera se trabajaría desde la terapia EMDR?, ¿qué puedo hacer si un familiar, amigx o pareja la sufre?

    En otro post, resolvemos todas estas dudas.

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